Kresala

desde el calor del hogar

Creta, el paraíso en el mediterráneo

Visité Creta hace poco con motivo del último congreso de la International Biogeography Society. Una vez terminado el congreso pasé un par de días haciendo turismo por la Isla, la sensación que me queda es que Creta es una isla increíble, llena de contrastes y de historia.

La mayor parte de la gente visita Creta durante el verano. Sin embargo, en enero la isla también está preciosa y aunque no hace tanto calor, el agua está bastante fría y la floración todavía no ha empezado, venir en invierno tiene muchas ventajas. La principal es que faltan las hordas de turistas que abarrotan Creta en verano y, además, da gusto dejar atrás el atroz frío madrileño para disfrutar de, las terracitas junto a las aguas del Egeo.

Antes de empezar nuestras andaduras, durante el congreso, pudimos degustar la gastronomía que ofrece Creta. Estábamos alojados en Heraklion, la capital, y aprovechamos para cenar en un par de restaurantes que nos recomendó un amigo de allí. Probamos, carne a las mil maneras cretenses, yogur con queso, yogur con aceitunas, yogur de millones de formas, pimientos rojos asados con un delicioso toque de vinagre… La quintaesencia de la gastronomía mediterránea. Es difícil elegir entre tanta delicia, mi plato preferido ha ido cambiando a medida que probábamos cosas nuevas, pero recuerdo como especialmente ricos los Dolmadakia, rollitos de hojas de parra rellenos de arroz.


Aproveché las pocas horas libres que me dejaban las charlas y ponencias para visitar la ciudad de Heraklion. No es que sea especialmente bonita, pero tiene un buen número de edificios que merece la pena visitar. Me pasé una mañana por la basílica de Agios Titos para poder ver el rito ortodoxo. Teniendo en cuenta mi pasado católico (confieso que estoy bautizada e hice la comunión), el rito me llamó mucho la atención. La mayor parte de la gente llega, besa todos los iconos que hay repartidos por la iglesia, saluda a los convecinos y se marcha, sólo unos pocos permanecen en la iglesia durante la liturgia. Además, el señor cura, se la pasa dando la espalda al público y canturreando la mayor parte del tiempo y se cambia de ropa como 20 veces. Con todo y con eso, hacía mucho tiempo que no entraba a una iglesia en la que se estuviese diciendo misa, y tengo que confesar que hay algo de pacífico en las salmodias repetitivas, en el olor a incienso y en la luz entrando quedamente por las ventanas.

Ya cumplidas nuestras obligaciones nuestra primera visita fue al interior. Soy consciente de que Creta es una isla, ya sé que está rodeada de mar y que lo que más mola es la playa, pero si obviamos ese pequeño detalle y lo que pretendemos es meternos un poco en la vida Cretense lo mejor es visitar alguna de las pequeñas pueblos del interior. Nosotros nos decantamos por Anogeia. Esta pequeña ciudad, situada en el entorno del monte Psiloritis, destaca por el maravilloso paisaje en el que está enclavada y porque sus habitantes aun conservan tradiciones y formas de vestir que nos permiten casi, casi, viajar en el tiempo. Como dicen las guías, es un lugar de lo más pintoresco, el 90% de la gente que vimos tenía más de 65 años y vestía de riguroso luto, especialmente las mujeres. Me llamó mucho la atención el tamaño de las abuelas, eran todas diminutas, ¿qué pensarán de esto los asistentes al congreso de biogeografía? ¿Será una disminución del tamaño como adaptación a la vida insular?


Desde Anogeia por una carretera sinuosa se sube a la meseta de Nida. En esta época del año, el blanco níveo de las montañas contrasta con el paisaje a veces desnudo, seco, en el que las plantas sobreviven como pueden al ramoneo constante de las cabras. Desde aquí subimos a vistar la cueva en la que se crió Zeus, la cueva de Idea, unos 20 minutos de caminata por un cámino señalizado.




Al día siguiente viajamos a la zona de Lasithi, una impresionante meseta a 800 metros de altitud, rodeada por los montes Dícteos y custodiada por molinos de piedra y hierro. El interior de Creta guarda paisajes que se quedan grabados en la memoria y que invitan a relajar los sentidos, a disfrutar de la vida un poco más, sin prisa.



Incluso en Enero se pueden ver plantas y animalillos curiosos que en España no podríamos encontrar. A mí me hizo especial ilusión poder ver Pinus brutia, un vicariante oriental de Pinus halepensis (he puesto más abajo las distribuciones de ambos). También tengo que destacar los bosques abiertos de Arces (Acer sempervirens) y coscojas de porte arbóreo (Quercus coccifera), sí, sí, bosques con coscojas de más de 15 metros, ahí es nada. Una pena que me marché sin haber visto Zelkova abelicea, un árbol endémico de Creta. Pero es que estaba rodeada por un nutrido grupo de zoólogos israelíes centrados en la búsqueda del quebrantahuesos (Gypaetus barbatus). Para más señas, el quebrantahuesos no apareció, pero estuvimos a punto de accidentarnos un par de veces por parar el coche a las bravas en sendas curvas.


Habiendo cumplido con los apartados botánico y gastronómico lo suyo es dedicarse a la cultura. Todo el que visita Creta ha de hacer una obligada parada en el templo de Knossos. Y obligada también la lectura de alguna referencia que nos explique qué es lo que estamos viendo.

En 1900 Sir Arthur Evans comienza las excavaciones arqueológicas de una montaña plana en torno a la ciudad de Creta. Y se encuentra con una sorpresa inesperada, los restos de la cultura griega más antigua conocida, que data de 2000 años antes de Cristo. En 1900 se creía que las únicas culturas con expresiones artísticas y culturales desarrolladas eran la asiática y la egipcia. Pero resultó que la cultura Minoica poseía características de desarrollo comparables a estas dos. Sir Arthur Evans dedicó buena parte de su vida a excavar y recuperar el templo de Knossos, pero lo hizo un poco a su manera, reconstruyendo las partes que le parecieron más interesantes y dejando reproducciones interpretativas de los frescos que iba encontrando en las paredes recién restauradas del palacio. El resultado es una obra controvertida, un arqueólogo probablemente dirá (y con razón) que es una barbaridad hacer y deshacer en unos restos arqueológicos como los que nos ocupan. Pero, hay que reconocer que las reconstrucciones de Evans permiten al visitante hacerse una idea bastante buena de la magnificencia del palacio y su decoración, además, actualmente, no son sino una parte más de la historia del palacio.


Una vez que visitamos el interior sólo nos faltaba la visita a la playa, comimos en Plaka y hasta pudimos bañarnos, en ¡Enero! Finalmente, dimos un corto paseo por Agios Nikolaos (donde saque la última foto) y nos despedimos de Creta, espero poder volver algún día, se me han quedado muchísimas cosas en el tintero.

enero 12, 2011 - Posted by | Uncategorized

3 comentarios »

  1. ¡Qué estupenda síntesis! y ¡Qué ganas de visitar Creta!

    Comentarios por Isabel | febrero 13, 2011 | Responder

  2. ¡Qué bien que te haya gustado! Así me animo a seguir contando cosillas…

    Comentarios por Kresala | febrero 14, 2011 | Responder

  3. No puedo estar más de acuerdo con las cosas bonitas que dices de Creta. Cuántos recuerdos. Me ha gustado mucho ver tus fotos, ¡volvería sin pensarlo).

    Anduve buscando las Zelkovas por donde se suponía que estaban pero no las encontré, al parecer tienes que saber más o menos exactamente dónde buscar.

    ¡A ver si cuelgas las fotos en flickr cuando tengas un rato, que las quiero ver!

    Comentarios por Copépodo | febrero 14, 2011 | Responder


Deja un comentario